Hace unos meses fue avistado un afilador por las calles de Nigrán.
Un afilador de los de antes, con esa dignidad característica que confieren los viejos oficios. Cuando el único marketing necesario era el buen hacer y la buena educación. Hoy tenemos las Seis Sigma y el Permission Marketing. ¿Llegará el día en el que un diseñador de páginas web pueda reclamar la dignidad de aquel viejo afilador?
Por supuesto, mi madre le entregó todos los cuchillos y tijeras de la casa. Y quedaron como nuevos.
Reflexiones similares surcaban la mente del Capitán Alatriste esta semana.
1 comment:
Esta vostede desatado, amigo meu.
Sin duda, la larga ausencia cargo muchas pilas.
Una vez, por las calles de San Cugat, perseguí el sonido de un afilador a lo largo de tres manzanas solo por ver que me afilaba unas tijeras.
Y no puedo evitar las ganas de afilar hasta los colmillos cuando escucho ese sonido de armónica.
Maximo son lo Maximo, of course.
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